TODAS LAS HOJAS SON DEL VIENTO

Recuerdo cuando me llevaste sobre tus hombros por primera vez, un día de invierno, al estadio Sausalito de Viña, a ver a Colo-Colo. En ese momento, con tu hermosa manera de ver la vida, radicaste en mi pensamiento de niño una certeza. Yo tenía que ser fanático de aquel equipo blanco y pantalones negros, pues ellos encarnaban la fuerza, la inteligencia y la nobleza de la raza araucana. Sin entender nada de lo que decías, pero con la convicción de estar ante una revelación, una verdad sagrada, te creí; sin margen de duda alguna.
Esperaba que llegaras a casa de la abuela todos los viernes, eran nuestros ritos, comíamos bistec a lo pobre, que preparaba la abueli, y a cantabamos en el equipo de música. Teníamos unos micrófonos que mi otro tío había traído de sus viajes en la Esmeralda. Me sentía pletórico de felicidad, cuando te burlabas de mi nula capacidad de avergonzarme por mis interpretaciones musicales carentes de todo sentido de gracia y humor. Siempre repetías..”No tienes idea de lo que es la vergüenza”. Escuché tanto esa cinta hasta que se cortó. A esas alturas tú ya estabas -hace unos años- en Estados Unidos, nos dejaste en busca del sueño americano, aquel sueño que no podía proporcionarte nuestro país. Contigo nunca podía predecirse, hacia donde iba a soplar el viento, y así como una ráfaga infame, sopló en mi contra y te llevó lejos. Sentí tu partida fuertemente,…. para mi haz muerto 3 veces. La primera vez fue cuando vi alejarse ese avión en la inmensidad del cielo. Te llevaste contigo nuestros ritos, nuestras complicidades. Yo me quedé a ejercer tus dictámenes, tus bellas imposiciones. A ti te quedó pequeño este país, y decidiste ir a regalar tu amor al país del norte. No obstante, al irte jamás te alejaste. Impulsaste cada una de mis aventuras, por más descabelladas que éstas fueron. Apoyaste económicamente mi empresa juvenil cuando decidí ser DJ, labor en la que sigo fracasando hasta hoy. Fui la envidia del colegio con mi polera de los Doors, la que me fue hurtada desde los camarines del colegio. Me enviaste mi primer CD, “Core” de los Stone Temple Pilots, con lo que fuiste el socio fundador de mi colección que hoy supera los 500, también me enviaste mi primer DVD, U2 The Best 90-2000. Gracias eternas.
La muerte de la abueli nos reunió de nuevo el 2000, casi no alcanzas a llegar. Disfruté mucho contigo aquella vez, yo ya tenía 25 años, y compartimos un momento eterno cuando la abueli se marchó en nuestros brazos. Posteriormente tuviste que volver a tu nueva tierra, a tu nuevo hogar. El viento hubo de soplar en mi contra otra vez, pero esta vez sentía que era para siempre.
La segunda vez que moriste para mi fue a través del teléfono, cuando muy a tu pesar me contaste que el cáncer te había tomado para no dejarte, hasta el viernes pasado, en que una llamada telefónica me anunció tu tercera y definitiva muerte.
He reparado en cada momento que nos tocó vivir juntos y en la distancia. Me siento impotente y abatido ante tu muerte. Tu capacidad de amar, tu generosidad, de entregar optimismo, alegría se encuentra en extinción en estos días…..yo no puedo hacerte sombra en eso…. lamentablemente.
El camino se avizora un poco más aciago sin tu compañía, porque no vas a estar más, sin importar cuanto quiera mantenerte vivo, no vas a estar más. Reflexiono apesadumbrado acerca de ese sueño que fuiste a buscar, a un país que nunca te mereció, porque, aunque encontraste la felicidad, no nos tuviste en tu aflicción, en tus horas más tristes; no recibiste retribución alguna de aquella tierra extraña, de esos rostros sin nombre, de esos gordos sin alma. Te emocionabas hasta la médula con la canción de los Enanitos Verdes…esa que hace llorar a Zamorano. A mi no me gusta, sólo rescato una cita de aquel tema…… “te acordás del flaco Spinetta, cuando cantaba, todas las hojas son del viento…”, ahora te recuerdo y te tributo Tio…. mi más querido y adorado tío…todas las hojas son del viento, ya que él las mueve hasta la muerte, todas las hojas son del viento, menos la luz del sol”.

Adios y gracias eternas.

EN MEMORIA DE SERGIO ANTONIO AYALA GONZALEZ
1959-2005.-